Me desperté a las tres y ya no he podido dormir. En mi cabeza está esta frase "piensa en las veces que has hecho algo bueno por alguien". Me la dijo un señor que dejó su trabajo para dedicarse a cuidar a su madre. Es un padre al que se le murió un hijo en un accidente doméstico. Sólo cuando eres huérfano te das cuenta de lo que es importante en la vida.
Perder a un hijo es tan aberrante, inconcebible e insuperable que no existe palabra para designarlo. Por eso no hay palabra para designarlo. En mi caso, reconocer lo bueno que haya podido hacer, carece de memoria.
Todavía no se porque me cuesta tanto recordar cuando he hecho algo bueno, o relevante por alguien, pero supe, cuando la pregunta me fue hecha, que en esa incapacidad era la causa de mi mediocridad e incapacidad. He vivido como si todo lo que pudiese hacer se perdería, ya no en el tiempo, sino en el presente, como lágrimas en la lluvia.
Quizás lo que para mi es bueno es aquello que tiene continuidad en el tiempo. Las buenas novelas son aquellas que no acaban nunca. El amor es esa sensación de apego que hace que creas que será para siempre. El nombre de Antón es el caso de mi hijo es una continuidad en el tiempo. Mi bisabuelo se llamaba Estebo, su hijo, mi abuelo, Antonio. Mi padre Esteban, yo Esteban y mi hijo Antón. Antón significa el que se opone. Atón fue un dios inventado por el faraón Akenaton. Era el dios que con sus rayos te daba la mano. Cada día salía para establecer una comunión con los humanos. Fue un dios para crear un compromiso entre la divinidad y los humanos, en la que el faraón era su representante en la tierra. Una forma de crear poder sin la intervención de dioses caprichosos y sus intermediarios la poderosa casta sacerdotal egipcia. Antón Atón, el que se opone y el que acaricia a la tierra con sus rayos. De forma curiosa, mi hijo Antón tiene una fisonomía que recuerda a Akenaton. Akenaton intuyó que no bastaba con dioses que exigían sacrificios y lealtades. Hacía falta un dios del compromiso, del amor incondicional.
Esa es la base del Sermón de la Montaña de Jesucristo. Recientemente, una niña con cierto retraso cognitivo fue expulsada de un campamento de inglés a donde la habían enviado sus padres. Cuando leí que la misma niña dijo "Es mi culpa por no poder ser normal" es como si volviese a escuchar a Cristo en la montaña. La niña revirtió la culpa sobre si misma, quizás, y esto me lo estoy imaginando, sentía tanta simpatía por los demás niños que no los podía culpabilizar. ¡Qué grandeza de espíritu!.
La inteligencia está sobrevalorada. Muchas veces, necesitamos una personalidad neurótica para competir y para alcanzar nuestras metas. El neurótico repite constantemente "Hay que..." "Tengo que..." Kilian Jornet, el ultrafondista se mentaliza en las carreras imaginando que lo persiguen unos indios que lo quieren matar. Muchas veces el inteligente es egoísta e incluso paranoico. En la novela El arpa de hierba, su autor, Truman Capote describe su amor por una de sus tías, una persona, también, con cierto retraso cognitivo. En la novela Flores para Algernón se describe un experimento con una persona con retraso cognitivo que gracias al tratamiento llega a tener un altísimo coeficiente intelectual. Ese incremento intelectual es inversamente proporcional con su empatía hacia los demás. Quizás los niños y los viejos son las personas más interesantes porque no tienen nada que perder, no tienen nada que demostrar. Vienen de ellos las preguntas más importantes. ¿Y cuándo me muera podré volver a la calle a jugar? le preguntó un niño que se moría de cáncer a su padre. Me intriga la investigación sobre percebes a la que se dedicó Darwin después de enunciar la teoría de la selección natural, o sobre lombrices, ya en sus últimos años.
Piensa en las veces que has hecho algo bueno por alguien. No puedo recordar ninguna. Ayer fui a recoger exámenes a la universidad. A la vuelta, bajaba por la Eloy Alfaro y un coche se detuvo en el cruce con la Portugal. La calle tiene dos carriles, el coche se paró (creo que era una mujer y llevaba detrás a sus hijos) en el carril de la izquierda y paró el tráfico. Abrió la ventanilla y le dio una bolsa con lo que parecían alimentos a una señora que estaba pidiendo limosna con su hijo en brazos. Se demoró y sacó un paquete con pañales. La señora con su hijo en brazos se la veía contenta. Pensé "bien podía haber aparcado enfrente que había sitio" luego pensé "en ese acto había cierto goce, cierta satisfacción en que se viese su buena acción" luego pensé "Piensa en las veces que has hecho algo bueno por alguien" y en porqué no podía recordar nada. Había minusvalorado el hecho caritativo. Siento que en algo así hay un goce y un premio por sentirte mejor que los demás. Siento que hay algo en mi que me convierte en una persona mediocre e incapaz. Y no es por el hecho de la limosna, porque yo también doy dinero a las personas de los semáforos. Es algo más profundo que eso. Siempre que he hecho algo por los demás es porque podía, porque me sobraba. Nunca ha habido un algo más que mereciese la pena ser recordado. Cuando Roy Batty se está muriendo, después de decir sus famosas palabras, decide perdonarle la vida la sicario que quiere acabar con su vida. Curiosamente, en una mano tiene agarrada una paloma que se libera de su mano cuando expira. La paloma, igual que el alma del Conde de Orgaz, o el alma de mi padre, echa volar hacia el cielo.
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