lunes, 26 de julio de 2021

Cuando seamos predecibles ya no seremos humanos

 

Un atardecer es mucho más que un atardecer cuando se comparte, cuando dice más de lo que se presupone, cuando lo que calla es mucho más profundo incluso que la belleza que se muestra

Cuando uno envejece y mira hacia atrás puede reconocer fácilmente qué hábitos, qué prácticas han sido las que le han llevado a uno al éxito. Muchos han caído en la tentación de recopilar todos esos consejos para las generaciones siguientes. Levantarnos temprano, hacer deporte, tener buena relación con los compañeros... y así podríamos seguir hasta ser más específicos: qué hacer para tener un "golden path" en ciencia, en medicina, en arquitectura, en derecho... Lo más curioso es que la mayoría de los consejos se repiten no importa en qué momento o en qué país fueron escritos. Es como si hubiese unos algoritmos que de seguirlos el éxito no se nos pudiese escapar.

El problema de estos recetarios para lograr el éxito es que no tienen en cuenta algunos factores importantes. Se me ocurren dos, a bote pronto: 

Punto 1. Lo que funcionó para alguien nacido en 1926 no tiene porque funcionar para alguien nacido en 1967 y mucho menos para alguien nacido en 2004.

Punto 2. La mayoría de nosotros somos o bien neuróticos o histéricos o narcisistas o dependientes... todo depende de nuestra familia y de nuestras experiencias tempranas.

La inteligencia artificial es un tipo de análisis que permite descubrir patrones cuando tiene grandes cantidades de datos. En breve, las empresas que recaban nuestros datos sabrán perfectamente que perfil psicológico es el de cada uno de nosotros. Para ellas esto es importante porque los narcisistas tienden a ser predecibles, lo mismo que los neuróticos, lo mismo que... y de esa manera sabrán cuál va a ser nuestra respuesta más probable a un estímulo. Sabrán, además, que junto con el perfil psicológico, las personas van a estar muy influenciadas por la generación a la que pertenezcan, por el grupo social, étnico, nacional...

Habrá programas (previo pago) que te aconsejarán qué hacer en cada caso para tener éxito, para optimizar el esfuerzo o para evitar problemas. Mucho mejor que un abuelo sabio de barba blanca. 

La rebeldía juvenil ha sido necesaria porque cada persona y cada generación debían de buscar soluciones a sus problemas, a sus anhelos, a sus heridas. Era, y todavía lo es, una parte consustancial a la tarea que todos tenemos de conocernos a nosotros mismos. Los seres humanos podríamos haber seguido ciegamente esos prontuarios escritos por personas sabias, experimentadas y bienintencionadas y haber llegado a ser buenos ciudadanos, buenos científicos, buenos abogados, buenos cristianos... pero no. Nos fallaba algo. En la tradición cristiana estos "fallos humanos" se catalogaron como los siete pecados capitales, u ocho si incluimos la tristeza. Estos pecados nos apartaban del camino recto, del éxito.  

La ira, la gula, la soberbia, la lujuria, la pereza, la envidia y la avaricia (y la tristeza)... habría que sumarles las adicciones como el juego, aunque bien podrían englobarse dentro de la gula o la lujuria, que no son otra cosa que desordenes provocados por el gusto animal por las endorfinas que provoca la comida con grasa o la práctica del sexo. Si tener éxito es algo que se puede planear, pronosticar, moldear, los "fallos humanos" también pueden ser planeados, pronosticados, moldeados.

Nuestro éxito o nuestro fracaso servirá para que la base de datos cada vez sea más fiable, estadísticamente más probable. Los algoritmos serán cada vez más precisos. Y habrá personas que se amoldarán a lo que los algoritmos predigan y los que se rebelarán. Las experiencias de rebelión le servirán al sistema para refinarse cada vez más. 

Cuando seamos predecibles ya no seremos humanos.

Frank Kafka lo entendió así. Por eso creó a Gregorio Samsa, para que el personaje recrease los fantasmas del autor. Nos volvemos humanos cuando nos enfrentamos cara a cara a nuestros demonios y no le tememos a acompañarlos en su viaje.

Cara a cara frente a nuestros demonios

Kafka escribió un brevísimo cuento sobre el Quijote que reproduzco a continuación:

La verdad sobre Sancho Panza
[Cuento - Texto completo.] por Franz Kafka

Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que este se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

FIN

Solaris: el océano pensante recrea tu fantasmas

El escritor de ciencia ficción Stanislaw Lem, en su novela "Solaris" recreó un planeta con un océano de moléculas que interactuaban entre si del mismo modo en que lo hacen las neuronas. De esta manera, ese océano pensante se comportaba como un gigantesco cerebro, tan potente que mediante telepatía podía entender el cerebro de los astronautas que visitaban el planeta, literalmente "leía" lo que pensaban los astronautas. Gracias a eso y a su poderosa energía, el océano pensante era capaz de materializar aquello que pensaban. Los astronautas de la nave vivían encerrados en sus cuartos rodeados de los seres que su mente creaba muertos de verguenza. Aquellos científicos honorables estaban rodeados de seres que aunque habían salido de su mente eran seres que los avergonzaban, eran criaturas impropias de personas rectas y de fiar. 

Desde la Tierra, la agencia espacial manda un psicólogo para que trate a esos atormentados científicos espaciales. Este psicólogo vivía en ese momento el luto reciente por la desaparición de su esposa. Cuando llega a la estación espacial, milagrosamente, su esposa está de nuevo a su lado. Pero no es la persona real, es el recuerdo del psicólogo al que el océano pensante ha dotado de vida. Cuando el psicólogo quiere ayudarla a quitarse el vestido se da cuenta de que no tiene cierre y para quitárselo tiene que cortarlo con una tijera. Esto es así porque él se acordaba del vestido, pero no era capaz de recordar el cierre. Pronto empiezan los problemas porque ella no es una persona real, es la simulación de los recuerdos del psicólogo. 

No sabemos qué o quienes son nuestros fantasmas. Según Kafka, el Quijote es el fantasma de Sancho Panza, para él, como escritor, Gregorio Samsa, el protagonista de "La metamorfosis", es el fantasma de un muchacho judío checo agobiado por las obligaciones familiares. Para Stanislaw Lem, el océano pensante puede revivir a alguien que se ha ido de nuestras vidas y el recuerdo materializado es un fantasma, una simulación en la que ponemos nuestra energía. 

Nos volvemos más humanos cuando somos capaces de enfrentarnos y de caminar mano a mano con aquello que la mayoría de nosotros encerramos en el fondo de nuestra mente. Como los científicos que no salían de sus habitaciones para evitar que los otros viesen materializarse lo que sus mentes y corazones ansiaban. La solución para ellos era aceptar esos fantasmas, resolver su existencia, asumir que en lo impredecible está la tarea más bella de nuestra existencia

Lo impredecible es la base del libre albedrío. El pensador judío cordobés Maimónides, razonó que el ser humano no puede ser predecible, que la justicia divina reside precisamente en la capacidad de elegir, y que esa elección recae exclusivamente en el individuo. 
Estatua de Maimónides en Cordoba. Como tantos españoles brillantes, Maimónides murió en el exilio