miércoles, 12 de junio de 2024

Bek y la estética amarniense

 
Fig. 1.  Estela de cuarcita, en forma de tabernáculo, procedente de Amarna, de 76 centímetros de altura y que hoy se expone en el Museo Egipcio de Berlín, que es una representación del prestigioso escultor y de su esposa, la dama Tahery, y que posiblemente fue realizada por el mismo Bek. Fuente

El escultor Bek trabajó para el faraón Akenaton. Era uno de los artífices del estilo amarniense. Este estilo se caracterizaba por ser mucho más naturalista que el estilo anterior mucho más hierático y solemne. El estilo amarniense responde a un cambio estético que fue favorecido por un intento de cambio político.

El faraón quería acabar con el poder del clero para fortalecer el del estado. Para ello, trató de cambiar el sistema politeísta egipcio por otro monoteísta en donde Atón, el sol, era el dios supremo indiscutible. De esa manera, Akenaton se vio legitimado para quedarse con las propiedades que había acaparado la casta sacerdotal, algo que han hecho los reyes varias veces a lo largo de la historia. Todo cambio político y religioso necesita de legitimación. El estilo amarniense era una revolución estética, una batalla cultural por el cambio político-religioso del nuevo régimen.

La estética es una de las cinco ramas de la filosofía. Como rama es la que se considera más endeble, un conocimiento poco profundo y voluble. Sin embargo, la dimensión estética de las cosas es imprescindible ya que impacta a nivel cognitivo de una manera contundente. Este efecto viene acompañado de una sensación de atracción o de placer especial, único o particular, que produce agrado o también, shock, o desagrado. El agrado y el desagrado es el efecto último de lo estético en el mensaje.

Son los artístas los que plasmaron esos soles acabados en manos característicos del culto a Atón: una especie de pacto entre la divinidad y los humanos. Akenaton quería trasladar a sus subditos la idea de un nuevo orden. El de la divinidad con su fieles, sin la interferencia de la casta sacerdotal. Por eso mismo, como arte, perseguía la naturalidad, o la transparencia, como se dice actualmente. Lo que subyace es un mensaje moral frente a la amoralidad y rapacidad de los sacerdotes. 

Este coloso de Akenatón Akenatón muestra al faraón del siglo XIV a.C. con un rostro amorfamente alargado de pómulos exageradamente marcados y enormes labios, y una barriga y caderas extremadamente redondeadas. Durante su reinado, Akenatón promovió el monoteísmo, fundó una nueva capital de la nada, Amarna, y cambió por completo los milenarios conceptos del arte egipcio lleno de simbolismos. El llamado estilo de Amarna acentuaba los rasgos femeninos como pechos, vientre y caderas redondeadas. La figura con características femeninas y alargada del faraón forma parte de un marco simbólico que tres milenios después nos cuesta interpretar, pero sin duda no se debe a una realidad física, ya que las momias de la familia real no mostraron que sus miembros sufrieran ningún tipo de deformidad parecida.


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