jueves, 17 de junio de 2021
El norte de Perú
miércoles, 16 de junio de 2021
Programa de puntos
El humor es una herramienta formidable, directa y divertida. Podemos destripar de manera analítica y académica cualquier tipo de asunto, pero si podemos ser más directos y más graciosos porqué no hacerlo.
George Orwell, que fue socialista democrático, criticó los totalitarismos, tanto nazi como soviético en su obra "Rebelión en la granja". No le hizo falta un estudio sesudo. Simplemente una alegoría satírica con animalitos. Las revoluciones se pervierten por falta de controles democráticos internos. Cuando el gobierno queda en manos de una secta... bien, solo hace falta estudiar un poco cómo se comportan las sectas para saber el desenlace.
Los geniales Monthy Python fueron capaces de ver el comportamiento sectario en las pequeñas facciones de los movimientos antisistema: independentistas o de tendencias políticas extremistas. ¿Hacía falta dedicarle mucho tiempo? No. Con un simple sketch humorístico podemos al menos detectar qué es lo que ocurre cuando vemos situaciones similares.
La vida de Brian - Quiero ser una mujer [HD]. Fuente: César Onada
Me encanta este sketch de José Mota. Ilustra como bancos, aerolíneas, servicios de venta online... han aprendido a vender privilegios. Son los programas de puntos. No venden pasajes para un vuelo, venden unos puntos que además caducan y normalmente no tienes suficientes para que tu próximo vuelo salga gratis, entonces te ofrecen comprar puntos y los compras para evitar que los que tienes ya caduquen. Resultado: que acabas viajando a sabe Dios donde solo para "no perder" los puntos que ya tienes. Es una estrategia perversa. La misma que tiene el jugador cuando sigue metiendo dinero en la maquinita pensando que en un momento se va a resarcir de sus pérdidas.
sábado, 12 de junio de 2021
Un río, un amigo, una causa justa
La mayoría de las historias se diluyen en el tiempo como terrones de azúcar en un café caliente. La gran mayoría de las trayectorias vitales son una sucesión de avatares sin más hilo conductor que la pertenencia al colectivo o al tipo de familia al que perteneces. Mark Twain nos enseñó en su libro las aventuras de Huckleberry Finn que la vida que merece la pena ser vivida es aquella que tiene como componentes un río, un amigo, una causa justa. Y sobre todo, una voluntad férrea de éxito. Lo demás son anécdotas.
He dicho un río y puedo ser más específico: un viaje por un río. Un río es un paisaje y también es donde las ciudades, la cultura y el comercio florecen. Es un gran camino. Un río es una metáfora de la línea de tiempo: nace, crece y finalmente muere en el mar.
Un amigo es alguien que te escucha, que te cuenta historias para que tu las escuches, que confía en ti y en el que puedes confiar. Los amigos son el contrapunto a toda la cantidad de relaciones banales e incluso tóxicas que te vas a encontrar en la vida.
Huckleberry Finn fue el primer libro que tuve en mi vida. Me lo regaló mi padre con 6 años. Recuerdo vivamente dos personajes: unos embaucadores que viajaban de pueblo en pueblo timando con las cartas a los lugareños. Le piden a Huck y a Jim que los lleven río arriba con ellos. Huck y Jim acceden. Los dos jugadores pronto se dan cuenta de que Jim es un esclavo huido y tratan de sacar partido a esta situación. Es fácil darse cuenta de que estos sinverguenzas son mala gente.
La barca que lleva a Huck y a Jim río arriba para que el esclavo pueda ser libre, es una metáfora muy válida de lo que somos nosotros mismos. Cuando creces te das cuenta de que llevamos a esos embaucadores dentro de nuestra barca, dentro de nosotros mismos. Estos tipos viven en forma de pequeños malentendidos que aprendemos en nuestra infancia, de nuestros padres, nuestras primeras experiencias. Los padres, que nunca somos perfectos y que tenemos nuestra propio pasado en un tiempo que ya no es, con ciertos ejemplos, frases y criterios vamos sentando los cimientos sobre el que, nuestros hijos, van a desarrollar su personalidad, opiniones y criterios.
La mayoría de las personas no sabemos cuál es la aventura en la que estamos metidos. Simplemente vamos escogiendo lo que más nos conviene en cada situación. Por eso, por saber a dónde vamos, es importante tener un propósito con el que nos identifiquemos. Luchar contra la esclavitud era la tarea más noble a la que podía aspirar una persona que viviese en el Mississippi racista. Un río, un amigo y una causa justa. Y la firme voluntad de vencer en tu propósito.
miércoles, 9 de junio de 2021
La carga de la prueba
Para todos los que creen que el estado es un ente maravilloso, que las leyes que emanen de él servirán para hacer una sociedad mejor, tengo que recordarles que la tradición anglosajona nos dice todo lo contrario: "only when the goverment take its hands off, the imagination can be".
Hégira y yo estamos intentando casarnos. La cantidad de papeles redundantes y exigencias ridículas como que la partida de nacimiento tiene que tener no más de tres meses ¿Cómo si pudiésemos haber nacido hace solo dos meses?. Pero no es solo eso, hoy me ha dicho que posiblemente tengamos que demostrar que somos pareja desde hace tiempo, lo cual es algo contrario a derecho: ¿Por qué tenemos que demostrar que no es un matrimonio de conveniencia? ¿Desde cuándo hay que demostrar la inocencia?1 Es la famosa carga de la prueba, la que en la caza de brujas tenías que demostrar que no eras bruja, o que no eras comunista para la Gestapo o que no eras contrarrevolucionario para la KGB. En las sociedades de derecho tu no tienes que demostrar que eres inocente. La inocencia se presupone, la acusación de delito se tiene que sustentar en una prueba. La policía no te puede detener sin pruebas. Es la diferencia de un estado democrático de una dictadura.
lunes, 7 de junio de 2021
Usar a la gente que se te arrima
No he podido encontrar la escena en la que el padre dice "later, later, later" que es la que ilustra lo que quiero decir. Me resultó interesante ver como hay cierta irritación del padre frente al invitado que es interpretado por Armie Hammer, porque es muy independiente y no les trata con la deferencia que él esperaría.
Pasa también con bastantes personas hermosas o fascinantes: asumen que lo son y parecen que te exigen un peaje por disfrutar de su compañía. A mi mis padres, los dos, me enseñaron a que no soy más que nadie ni menos tampoco. Debido a este principio, fundamental en mi educación y por tanto en la forma en la que veo e interpreto el mundo, no soy capaz de tolerar ese trato.
Mi psicoanalista en Quito, Paulina Moreno Ramadán, me hizo un día una pregunta inquietante: ¿Por qué no buscas enamorarte de alguien que te guste? La pregunta es muy pertinente para alguien que ha crecido en un hogar narcisista y que es por tanto, una persona dependiente. Son categorías psicológicas. Pero, aparte de eso... del hecho de ser dependiente está también ese factor de educación: no soy capaz de respetar a nadie que me trate como inferior.
Las personas espectaculares, maravillosas... suelen estar rodeadas de un montón de fans y de adoradores. Se acostumbran a valorar, priorizar y a escoger entre esa cohorte. ¡Cuántas canciones se habrán escrito sobre el amor sincero que se profesa y el poco caso que te hacen porque no das la talla entre tantos admiradores!
Aunque malgastes el tiempo sin mi cariño
Y aunque no quieras este amor que yo te ofrezco
Y aunque no quieras pronunciar mi humilde nombre
De cualquier modo, yo te seguiré queriendo
Yo sé que nunca tú querrás jamás amarme
Que a tu cariño, llegué demasiado tarde
No me desprecies, no es mi culpa, no seas mala
Porque tú eres de quien quiero enamorarme
Qué daño puedo hacerte con quererte
Si no me quieres tú, yo lo comprendo
Perfectamente sé que no nací yo para ti
Pero qué puedo hacer, si ya te quiero
Déjame vivir de esta manera
Yo te quiero tal y cual sin condiciones
Sin esperar que un día, tú me quieras como yo
Consciente estoy mi amor, que nunca me querrás
Tal vez mañana, yo despierte solo
Pero por el momento, quiero estar soñando
No me despiertes tú, no ves que así yo soy feliz
Consciente estoy mi amor que no eres para mí
No hay necesidad que me desprecies
Tú ponte en mi lugar, a ver qué harías
La diferencia entre tú y yo sería, corazón
Que yo en tu lugar, que yo en tu lugar
Sí, sí te amaría
El discurso del padre de Elio en 'Call me by your name'. Fuente: Fotogramas
El discurso del padre de Elio es una exhortación a dar el paso y atreverse a amar incluso a quien te parece inalcanzable.
En ética, se suele denominar regla de oro un principio moral general que reza: “Trata a los demás como querrías que te trataran a ti”. También se puede expresar en forma negativa, la llamada regla de plata: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”
Supongo que la regla de mis padres, no eres más que nadie pero menos tampoco, sería una regla de plata que si fuese de oro sería algo como: Eres igual a los demás por eso puedes atreverte a amar incluso a quien te parece inalcanzable.
Por lo tanto, el del padre de Elio es un buen consejo: puedes atreverte a amar a quien quieras porque eres igual a los demás. Y bueno, hace mucho hincapié en que hay que amar cuando se es joven. Ahí creo que se equivoca. Cualquier momento de la vida es bueno para amar. Lo importante es ser honrado con uno mismo y con tus sentimientos.
Usar a la gente que se te arrima, porque eres un pijo rico, es comportarte como un personaje de una obra en la que estás obligado a actuar. Tener que escoger siempre la mejor opción en el fondo no es escoger nada. Ponerle precio a las personas es ponerte precio a ti mismo.
Troquelar para pertenecer
En 2016 apareció un artículo que en principio pasó desapercibido pero que cada vez se cita más: Las familias ricas italianas en 1400 lo siguen siendo en 2011.
El sociólogo Pierre Bourdieu dice "Los estudiantes que triunfan son los que se sienten en casa en instituciones que los premian por tener un tipo de comportamiento que es natural para ellos" (ver Saying Meritocracy and Doing Privilege).
El sociólogo Shamus Khan a acuñado el término “currículo escondido” de los colégios de élite; se refiere a las cosas que no se memorizan, sino que se corporizan, como gustos, sensibilidades, códigos de conducta, rituales. Lo que permiten los colegios de élite es “corporizar el privilegio”, lo que implica sentirse cómodo con esos gustos y sensibilidades.
En la película "Yo que serví al Rey de Inglaterra" basada en un libro de Bohumil Hrabal, ambos muy recomendables, el protagonista es un pícaro cuyo afán es llegar a ser millonario y ser aceptado como uno de ellos. SPOILER ALERT Por avatares de la vida acaba siendo un millonario pero no consigue ser aceptado como uno de ellos por el resto de los millonarios de cuna.
En este artículo que recomiendo: Cómo la elite nos hace creer que triunfa porque es inteligente y trabajadora, hay una anécdota que me parece muy interesante: En 2014 el ex ministro chileno Nicolás Eyzaguirre que fue alumno de uno de estos colegios de élite declaró: “Les puedo decir que muchos alumnos de mi clase eran completamente idiotas; hoy son gerentes de empresas. Lógico, si tenían redes. En esta sociedad no hay meritocracia de ninguna especie”.
Y aquí es de lo que te quería hablar: no todos, pero la mayoría, la gran mayoría de los alumnos de esos colegios de élite son completamente idiotas. No idiotas exclusivamente en lo que a agudeza mental se refiere. Idiotas en valores, idiotas porque han interiorizado el privilegio, pero para lograrlo se han troquelado de una manera tan total y rigurosa que finalmente solo son niños pijos sin atisbo de una individualidad propia.
Si algún día lees o ves la película "El gatopardo", una de las obras, tanto de cine como de literatura que más me han impresionado en mi vida, hay que estar muy atento al último capítulo. Es muy revelador. Nos muestra SPOILER ALERT como la hija del Príncipe, que fue dejada de lado por poco agraciada y pobre, en la que se auguraba exitosa carrera política del sobrino del Príncipe, ya vieja y sola, contemplaba el amado perro disecado de su padre. La sensación de soledad, amargura y sobre todo de lo fatua y banal que había sido esa vida en la que todos los afanes se concentraron en ser quienes debían de ser. Cada uno en su sitio, troquelados, con el privilegio metido en el cuerpo, tan tan adentro que ya no eran personas sino títulos, personajes dentro de una puesta en escena social.
El Príncipe de Lampedusa, autor del "Gatopardo", con ese último capítulo consigue poner la novela del revés. El protagonista no es el Príncipe, ni su sobrino, ni su esposa. El protagonista es el troquelamiento al que se ven sometidos todos los que participan de esa puesta en escena que es ser Príncipe en una isla de caciques, pobres y hacendados. Por ese motivo, tanto en el libro como en la película, la escena de la fiesta ocupa tanto espacio. Es una fiesta magnífica y al mismo tiempo es pesadísima, no acaba nunca. Es descrita por el autor como una trampa colorida, festiva pero trampa al fin y al cabo. Lo único que de positivo que subraya el autor en ese "sacrificio" que supone estar el estar obligado a asistir es cierta lealtad con esas personas que son su clase, su gente, a los que entiende y ama por que los comprende.
Hay dos películas que reflejan también esto que estoy tratando de decir: "Las reglas del juego" de Renoir y "La escopeta nacional" de Berlanga.