Mi hijo vino a Quito en navidades 2018. Mi idea era convencerlo para que se vinieses a pasar un año escolar conmigo en el próximo curso escolar. Me dijo que no, de palabra, corporalmente. Su decisión estaba tomada de antemano. Cuando volvió a Coruña dejó de contestar mis llamadas, mis whasaps. El 19 de enero en su último whasap me dijo que me quería y ya nunca más contestó.
Una de las cosas que tenía en mente para ese hipotético año escolar juntos era darle la oportunidad de ver distintas facultades de mi universidad para que pudiese encontrar aquello que le apeteciese estudiar. Le hablé de arquitectura, de veterinaria, de derecho... Ayer su hermana me dijo que quiere estudiar derecho.
Durante su estancia en Quito conmigo le confesé que había escogido la carrera equivocada. Que posiblemente si hubiese sido abogado posiblemente hubiese podido sacar partido a mi capacidad de persuasión y facilidad de palabra... Curiosamente he estudiado bioquímica. Mi padre siempre me decía que le hubiese gustado estudiar química, o piloto. Los hijos siempre queremos lograr lo que nuestros padres no han podido lograr. Con el tiempo posiblemente Antón descubrirá que le gustaban los animales y que odia el papeleo y el derecho. O que es un coleccionista nato, o cualquiera de los gustos que se manifestaron desde pequeñito. Los padres estamos ahí, para observar a nuestros hijos desarrollarse. Para ayudarnos a ser honestos con nosotros mismos. Por eso echo tanto de menos al mío
Peor que el nazismo
Michael H. Kater (Zittau, 1937), un experto en la cultura del III Reich, doctor en Historia y Sociología por la Universidad de Heidelberg y profesor en la Universidad de York (Toronto, Canadá) publicó Las Juventudes Hitlerianas (Kailas, 2016) en donde se retrata cómo miembros de esta organización juvenil denunciaban las ideas políticas de sus propios padres a los mandos nazis. Los padres acababan con sus huesos en la cárcel y los niños traumatizados por su traición toda la vida.
Las técnicas de control mental son pocas, unas siete u ocho, pero basta con ponerlas en práctica de una manera coherente, consistente y sin fisuras para conseguir doblegar a una persona. Una de esas siete u ocho técnicas es la de apartar al adepto de su familia. Por ese motivo, la ideología de género y su padrectomía es tan peligrosa. Con el objetivo de acabar con el patriarcado aíslan a los hijos de los padres.
Ahora con la polémica de los vientres subrogados, este sistema cuya única moralidad es el consumo, comienza a minar una de las bases de nuestra cultura: las madres se vuelven producto del mercado. Al mismo tiempo, las leyes injustas hacia el hombre están originando que muchos milenials no se acerquen a una chica ni con un palo. El número de incels aumenta en todo el mundo y ya existe la palabra maternofobia.
En el post-capitalismo no se vende propiedad, se vende acceso. La transmisión de patrimonios de padres a hijos, en el caso de las clases medias, ya no se contempla. Las herencias muchas veces más que un colchón para tu vida son una carga, un negocio para los liquidadores. Ya no te venderán coches, te venderán Uber, para transportarte sin poseer, para saber a donde te desplazas y leerte la mente y tus deseos para hacerte más y más dependiente de terceros.
¿Quién dice la verdad?
He visto este video. El hombre conocía a mi familia. Se equivoca cuando dice que el hermano Fernández Miniño escapado era Esteban. Se trataba de Antonio, mi abuelo, la persona por la que mi hijo Antón se llama como se llama. Si mi padre estuviese vivo me diría si este señor era de fiar o no.
Padrectomía
En este post-capitalismo que quiere quererte, que te escucha, que hace "focus groups" para entender qué es lo que quieres para proporcionártelo, la figura del padre sobra. Vivimos una época de desautorización de las prohibiciones, de la desautorización de la autoridad. No hay prohibiciones solo consumo. Por eso la figura paterna ha sido desde siempre la que ha garantizado la transmisión simbólica de una generación a la siguiente. No hace falta el padre, el capitalismo te anima a colmar tus deseos, previo pago, claro está.
La primera de las técnicas de control mental es la de apartarte de tu familia. No han podido todavía llegar a ese estado pero han empezado con los padres. Se les retira el tiempo de convivencia, la autoridad y se los condena a ser cajeros automáticos.