lunes, 7 de junio de 2021

Troquelar para pertenecer

Cuando estaba en la universidad solía quedar para ir a correr con Marcos Mariño. En aquellas salidas hablábamos de todo un poco. Él solía ser muy tajante en sus opiniones, fruto de su potencia intelectual, de sus adhesiones particulares y por cierto desprecio que tenía por sus "oponentes" que consideraba menos cualificados. Recuerdo una conversación en la que yo argumentaba que las familias poderosas se mantenían en el tiempo por ciertos ritos, cultura, contactos... él decía que no, que según Marx eso no era relevante porque si quitásemos a un gran número de capitalistas éstos serían sustituidos por otros. Por lo tanto, no era relevante a qué familia pertenecieses.

En 2016 apareció un artículo que en principio pasó desapercibido pero que cada vez se cita más: Las familias ricas italianas en 1400 lo siguen siendo en 2011.

El sociólogo Pierre Bourdieu dice "Los estudiantes que triunfan son los que se sienten en casa en instituciones que los premian por tener un tipo de comportamiento que es natural para ellos" (ver Saying Meritocracy and Doing Privilege).

El sociólogo Shamus Khan a acuñado el término “currículo escondido” de los colégios de élite; se refiere a las cosas que no se memorizan, sino que se corporizan, como gustos, sensibilidades, códigos de conducta, rituales. Lo que permiten los colegios de élite es “corporizar el privilegio”, lo que implica sentirse cómodo con esos gustos y sensibilidades.

En la película "Yo que serví al Rey de Inglaterra" basada en un libro de Bohumil Hrabal, ambos muy recomendables, el protagonista es un pícaro cuyo afán es llegar a ser millonario y ser aceptado como uno de ellos. SPOILER ALERT Por avatares de la vida acaba siendo un millonario pero no consigue ser aceptado como uno de ellos por el resto de los millonarios de cuna.

En este artículo que recomiendo: Cómo la elite nos hace creer que triunfa porque es inteligente y trabajadora, hay una anécdota que me parece muy interesante: En 2014 el ex ministro chileno Nicolás Eyzaguirre que fue alumno de uno de estos colegios de élite declaró: “Les puedo decir que muchos alumnos de mi clase eran completamente idiotas; hoy son gerentes de empresas. Lógico, si tenían redes. En esta sociedad no hay meritocracia de ninguna especie”.

Y aquí es de lo que te quería hablar: no todos, pero la mayoría, la gran mayoría de los alumnos de esos colegios de élite son completamente idiotas. No idiotas exclusivamente en lo que a agudeza mental se refiere. Idiotas en valores, idiotas porque han interiorizado el privilegio, pero para lograrlo se han troquelado de una manera tan total y rigurosa que finalmente solo son niños pijos sin atisbo de una individualidad propia.

Si algún día lees o ves la película "El gatopardo", una de las obras, tanto de cine como de literatura que más me han impresionado en mi vida, hay que estar muy atento al último capítulo. Es muy revelador. Nos muestra SPOILER ALERT como la hija del Príncipe, que fue dejada de lado por poco agraciada y pobre, en la que se auguraba exitosa carrera política del sobrino del Príncipe, ya vieja y sola, contemplaba el amado perro disecado de su padre. La sensación de soledad, amargura y sobre todo de lo fatua y banal que había sido esa vida en la que todos los afanes se concentraron en ser quienes debían de ser. Cada uno en su sitio, troquelados, con el privilegio metido en el cuerpo, tan tan adentro que ya no eran personas sino títulos, personajes dentro de una puesta en escena social.

El Príncipe de Lampedusa, autor del "Gatopardo", con ese último capítulo consigue poner la novela del revés. El protagonista no es el Príncipe, ni su sobrino, ni su esposa. El protagonista es el troquelamiento al que se ven sometidos todos los que participan de esa puesta en escena que es ser Príncipe en una isla de caciques, pobres y hacendados. Por ese motivo, tanto en el libro como en la película, la escena de la fiesta ocupa tanto espacio. Es una fiesta magnífica y al mismo tiempo es pesadísima, no acaba nunca. Es descrita por el autor como una trampa colorida, festiva pero trampa al fin y al cabo. Lo único que de positivo que subraya el autor en ese "sacrificio" que supone estar el estar obligado a asistir es cierta lealtad con esas personas que son su clase, su gente, a los que entiende y ama por que los comprende.

Hay dos películas que reflejan también esto que estoy tratando de decir: "Las reglas del juego" de Renoir y "La escopeta nacional" de Berlanga.

¿Puede una persona troquelada llegar a ser un artista?

Jesucristo ya lo dijo: antes pasa un camello por una aguja que un rico entra en el Reino de los Cielos. No quiero glorificar las penurias o la pobreza. Solo mostrar una fotografía. Las de las milicianas que acuden en un primer momento a defender Madrid de las tropas fascistas durante la guerra civil española. La niña de 14 años que empuña el fusil en la siguiente fotografía (la que está a la izquierda)
Emigró a México y se convirtió en actriz. Encarnó el papel de Doña Clotilde, la bruja del 71 en "El chavo del ocho"
El arte necesita de honradez. Una honradez que difícilmente podrás ejercer si eres una persona troquelada. Por eso, el Príncipe de Lampedusa cierra su único y magistral libro con el último capítulo.


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