Recientemente descubrí que Juan de Betanzos fue la primera persona en escribir una gramática quechua y preocuparse por preservar la historia de los incas en su libro "Suma y Narración de los Incas". Casado con una princesa inca, y con una hija mestiza quizás fue el amor el motor que le llevó a procurar conocer más y hacer respetar a aquello a lo que se había unido, por destino, por matrimonio y por tener hijos mestizos.
El libro "Suma y Narración de los Incas" es netamente indigenista, y el único escrito en el siglo XVI por un occidental. Como Juan de Betanzos hablaba quechua es un libro a la altura de los escritos por los mestizos Garcilaso de la Vega, Huaman Poma de Ayala o Juan de Santa Cruz Pachacuti Yanque. Estos tres nombres eran pronunciados por una amiga quiteña a la que conociste siempre con un tono de veneración. Son los cronistas de un mundo que desapareció. Lo mismo que esa cultura gallega que ya en tiempos de Juan de Betanzos había sido condenada a la subalternidad desde los Reyes Católicos. Juan de Betanzos vivió en el reinado de su nieto, Carlos I. Quizás el amor por un lado y el respeto por todo un mundo que había sido condenado a desaparecer, para que la monarquía hispánica y su poder basado en las castas pudiese prevalecer, hicieron posible esa obra. Un gallego con sensibilidad y nostalgia por un mundo que desaparecía. Un gallego que dejó una pista, una señal, al dejar para la posteridad, con su apellido, el recuerdo de un mundo que se resistía al olvido.
Vilcabamba, Perú. A 118 km de Cusco
Cuando se desmoronó el imperio Inca, algunos notables se refugiaron en las montañas selváticas de Vilcabamba, una ciudad a 118 km de cusco. Juan de Betanzos, en su calidad de hombre de confianza e intérprete fue encargado de las negociaciones. Básicamente, lo que hizo Juan de Betanzos fue lo mismo que hicieron los Reyes Católicos con la nobleza gallega: podéis seguir siendo nobles, pero fuera de Galicia, donde os tenga controlados. Para ese fin, Juan de Betanzos tenía poder para otorgarles a algunos de eses notables, haciendas que les proporcionasen un estilo de vida acorde a su rango en las inmediaciones de Cusco. Cuando estas élites vieron que su estatus se mantenía de esa manera abandonaron su resistencia a la corona.
En América Latina las élites siguen traicionando los intereses comunes. Es una manera de entender el poder. Quizás porque los países latinoamericanos son países ricos, con mucha extensión para la población que tenían y homogéneos en idioma, cultura y religión, las élites tenían fácil llegar a componendas entre países. No había un país que amenazase la integridad de otros, en general. Por eso, a los poderes extranjeros les ha sido fácil mantener a esas élites contentas. Con tal de tenerles seguros en sus puestos, y un palco al lado del amo cuando van a verlos a la metrópoli era suficiente. Las élites de otros países que están amenazados por países vecinos saben que deben de mejorar, de fortalecerse para evitar una invasión de su territorio. En Ecuador nunca se ha pensado en conflictos internacionales, lo más que se piensa es que no les invadan los peruanos. En tiempos de García Moreno se llegó a pensar que sería buena idea pasar a formar parte de Francia si ello le daba a Quito la posibilidad de ser el centro de la región a expensas de Lima de y de los peruanos. Intuían que con ese movimiento perderían autonomía internacional pero ganarían centralidad a nivel andino.
Un profesor polaco que nos visitó en Quito se sorprendía de que los movimientos izquierdistas tuviesen tanto predicamento en la región. Sinceramente creo que una de las causas es que el pueblo intuye que los gobernantes de izquierda van a conformar una élite que si mire por los intereses nacionales. Ese compromiso con el pueblo se plasma en la adoración por el Che Guevara, un personaje bastante controvertido, según muchos de los que lo conocieron. El Che es el rebelde que está del lado del pueblo y da la vida por sus ideales.
Es triste ver a un gallego utilizar la misma estrategia que utilizaron desde Castilla en contra de las élites gallegas ahora contra los nobles incaicos. Parece como si no hubiese alternativa. Lo único que se puede hacer es no sucumbir a nivel individual en esta historia atropellada. Me recuerda a la postura del Alto Comisionado para Asuntos Indios, un indígena de la Costa Este de los EEUU en la segunda mitad del siglo XIX: cuando comprobó que el problema era irresoluble abandonó el cargo y se dedicó a amasar una fortuna con bienes raíces en Nueva York. Esta historia viene descrita en el libro "Enterrad mi corazón en Wounded Knee".
Negociar con el vencedor. Escribir crónicas de mundos que se niegan a perecer, a desaparecer de la historia. Otros dirán "Patria o muerte" "Denantes mortos que escravos". Mientras esta sociedad andina y latinoamericana no empiece a caminar junta, sus traumas pedirán sus símbolos. Para Juan de Betanzos la caída en desgracia de la cultura inca tenía en su propia vivencia un eco, y un dolor compartido.
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