domingo, 6 de noviembre de 2022

Somos y venimos de más lejos

                                                                                    Entrada dedicada a Sebastián Cattan

La magia de las bibliotecas es que tienes al alcance de la mano descubrimientos que te cambian la vida. Es como navegar por internet pero en vez de que un algoritmo te muestre las cosas, la personalidad de la persona que ha construido la biblioteca te acompaña. Es como salir de copas con los amigos de un amigo. Es muy fácil que esas personas te caigan bien.

Era un adolescente y agarré un libro "Historia de la literatura española" de un hispanista inglés, Gerald Brenan". Comienza por los escritores en latín. Eso me voló la cabeza. La literatura española tenía que ver con el espacio, el territorio, con aquellos que habían escrito en la península. Da igual que sea en latín, castellano, catalán, portugués, gallego o euskera. La propuesta me encantó, así que empecé a leer y Gerald Brenan me sorprendió con la historia, creo porque no me acuerdo bien, de un escritor de Calahorra, si me acuerdo bien de que era de este pueblo aragonés, llamado Quintiliano. La experiencia vital de Quintiliano era sumamente actual. Le ocurre a muchos intelectuales, no solo nacidos en la península Ibérica, sino también latinoamericanos: son personas intelectualmente voraces que crecen en lugares pueblerinos y periféricos y tienen que marcharse a una metrópolis, que normalmente ni siquiera está en los países en donde viven. En tiempos de Quintiliano la metrópolis era Roma.

Se conservan cartas de un Quintiliano adulto, retirado de nuevo a Calahorra, en donde disfrutaba de los placeres del campo... Estas cartas son enviadas a sus amigos que se quedaron en Roma. En ellas habla de los placeres que le proporcionan sus esclavos jóvenes... toda una referencia a la bisexualidad que imperaba en esos días. Al leer a Quintiliano me di cuenta que Gerald Brenan me estaba haciendo un regalo: me estaba obsequiando con una parte de mi historia que no conocía y que me pertenecía, que era parte de mi. 

Cuando te enamoras de alguien ocurre algo semejante: lo que caracteriza a esa persona no solo empieza a interesarte sino que entra a formar parte de tu historia, de los cimientos de tu trayectoria vital. Puedes alejarte de esa persona amada si te hace mal o si simplemente los caminos se separan, pero aquello que te enseñó a amar, esos son páginas que hablan de ti de una manera que ni siquiera puedes comprender. Eso me pasó cuando leí unos fragmentos de Quintiliano en el libro de Gerald Brenan. De repente comprendí que Roma no nos había invadido, nosotros éramos Roma. 

Me ha pasado con Quito y el mundo andino. Un día me interpelaron las piedras y me dijeron "¡Escucha!" y pude oir. Ví las montañas y me enamoré. De repente esos paisajes y esas historias pasaron a formar parte de mi. 

Si lees a Séneca te das cuenta de lo españolísimo que era ¿Por qué marca tanto haber nacido en esta tierra seca y de tanto vinagre? Hoy he leído sobre "El collar de la paloma" del escritor de Xàtiva Ibn Hazm en el año 1022. No tenía idea. Me ha pasado con Maimónides, que resolvió la cuestión metafísica de si existe libre albedrío de manera elegantísima. Maimónides, judío, nacido en Córdoba sufrió destierro, lo mismo que Ibn Hazm. El constante conflico con el poder que tienen los intelectuales nacidos en la península. 

¿Qué trato de decir con todo esto? trato de alertar sobre cómo nos achican y nos cercenan nuestra historia. Si, la literatura española va más allá del propio castellano. Somos y venimos de más lejos. Lo mismo ocurre con nuestra historia judía o aquella que hablaba en árabe. Hay personas que tratan de cambiar la historia simplemente para reforzar la que quieren que compremos: su historia. 

En el caso de Quito, la primera sensación que me produjo la ciudad era lo tremendamente española que era. Luego fui ahondando y me di cuenta de las raíces indígenas profundas, de su historia previa, de su deseo de prevalecer... Pero la primera impresión fue esa. En el himno de la ciudad dice: "Oh ciudad española en el Ande, oh ciudad que el Incario soñó, porque te hizo Atahualpa eres grande, y también porque España te amó". Ese verso fue considerado colonialista por Rafael Correa y eliminado del himno oficial. 

Conocer a Quintiliano me ayudó a entender el sentido de haberme marchado cinco años a Michigan, esa fascinación que sentimos los que crecemos en eriales por visitar el "imperio". Conocer Quito me enseñó que significa ser latino. Leer a Séneca o a Maimónides me enseñó que somos lo que somos más allá del idioma que hablemos, más allá del tiempo que nos ha tocado vivir. Y que en el conocimiento de la historia hay un amor delicado que hace que los sonidos, que las vistas cobren sentido, que como decía Quevedo en su soneto  Amor constante, más allá de la muerte: "Polvo serán, más polvo enamorado"

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